08 enero, 2012

La crisis es una historia de (des)amor





Michelangelo Antonioni dirigió en 1961 “El eclipse” como cierre a su Trilogía de la Incomunicación de la que formaban parte “La aventura” (1960) y “La noche” (1961). La película, protagonizada por Monica Vitti y Alain Delon, ganó el premio del jurado de Cannes en 1962 y en su documental “Il mio viaggio in Italia” (1999), Scorsese definió sus últimos siete minutos como la prueba palpable de que todo es posible en el cine.

La película narra como Vittoria (Monica Vitti) abandona a Riccardo (Paco Rabal) después de una discusión que ha puesto punto y final a su relación. Insegura, Vittoria se refugia en su amiga Anita y en su madre, que acude con frecuencia a la Bolsa de Roma. Allí Vittoria conoce a Piero, un cínico agente de bolsa. Piero, al conocer que Vittoria está soltera, comienza a cortejarla; su interés por ella le lleva a descuidar su trabajo durante uno de las mayores golpes a la economía italiana.



Dice David Saul Rosenfeld que “El eclipse” empieza por el final, con una ruptura. De hecho, la describe como la narración de un final. Antonioni no es ajeno al paisaje apocalíptico, siendo ejemplos de ello “El desierto rojo” (1964) o “Zabriskie point” (1970) y esta película está dominada, como es habitual en su director, por un paisaje de ciudad desértica, de construcciones solitarias y abandonadas. Los lugares en construcción se contraponen al lugar de trabajo de Piero, la impresionante Piazza Affari, un auténtico templo de las finanzas en su sentido más estético, y el principal bolsa de valores de Italia. El aire catastrofista que inunda todo viene puntuado por un cadáver dragado del río.

Piero, el hombre de los mercados, intenta conquistar a Vittoria, la mujer que ha sido engañada otras veces y que no quiere que le hagan daño de nuevo. La insistencia de Piero mantiene un frágil equilibrio en la vida de ambos, pero hay una necesidad de que se encuentren. Cuando Piero consigue toda la confianza de Vittoria, queda con ella en una cita, a la que Piero jamás acude.



Y entonces, la ciudad, el paisaje de fondo, se revela como el lugar más frío, anodino y terrible posible. Pero el único existente, el único donde puede tener lugar la acción.

De ese modo, Antonioni diseña una advertencia, la amenaza económica, con sus “altos y bajos” como llega a defender Vittoria, con sus “eclipses”, equiparándolo a las relaciones personales, a la constante inseguridad de vivir pendiente de tantos factores, a entregarse ciegamente al otro, solo para descubrir que no solo seremos engañados, si no que nos dejaremos engañar una vez más.

by Henrique Lage


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